"Las elegidas" Novela ganadora del Certamen Nacional de Literatura Erótica 2016

Cuentos Fantásticos y de Terror

Novelas Cortas

lunes, 25 de marzo de 2019

Solución Final

Solución Final
Por
Rogelio Oscar Retuerto

Copyright © 2015 Rogelio Oscar Retuerto


El tercer planeta ya casi está ganado. El Exercitus ab Aethra Siderea Polus Humanity acaba con los últimos focos de resistencia. El paisaje es desolador. Construcciones incendiadas extienden sus lenguas de fuego lamiendo pedazos de cielo en resplandores violetas. Las columnas de humo naranja se elevan para precipitarse luego en una lluvia de cenizas purpureas que lo van cubriendo todo. Ya casi todo termina. Casi.
Enterrado en el desierto, en las afueras de la ciudad, el Ébigor espera las condiciones objetivas. Quizás sea uno de los últimos organismos del tercer planeta en condiciones de levantarse. De pronto abre sus ojos ¿Dije organismo? Bueno, en parte lo es y en parte no. La extraña máquina se incorpora mientras las arenas resbalan sobre su cuerpo para regresar al desierto ¿Dije máquina? En realidad en parte lo es y en parte no. No le importa poder ser el último en el tercer planeta. No lo conmueve la postal apocalíptica. Fue diseñado para brindar la solución final.
Los coleópteros scanner descienden sobre la ciudad en ruinas. Desde la nave nodriza emergen miles de unidades de transporte que depositarán cientos de miles de invasores sobre una tierra que no les pertenece, como si la nave nodriza fuese un inmenso moscardón que infesta de pestilencia la nueva tierra depositando sus huevos sobre un organismo extraño.
El Ébigor se desentierra por completo. Su cuerpo metálico resplandece como una moneda de plata en medio del desierto teñido de aloque.
La nave nodriza sigue pululando sus parásitos sobre la tierra devastada. El Ébigor activa la única función con la que cuenta. La cuenta regresiva se enciende en su pantalla líquida. Comienza su carrera hacia la ciudad.
Las tropas humanas festejan una nueva conquista en medio de ruinas y olores a muerte. La carne quemada despierta en las tropas recuerdos gastronómicos propios de otros tiempos.  Nadie se cuestiona si el establecimiento de colonias experimentales en planetas habitados vale la pena un genocidio. Los invasores detienen su festejo. Una reminiscencia ancestral los envuelve por completo. Jurarían que aquella tierra les habla. Jurarían entender palabras susurradas en el viento. Los soldados se perturban.
El Ébigor sigue corriendo. Delante de él, la ciudad se agiganta. Los hombres esgrimen miembros amputados como trofeos de guerra. El Ébigor es ahora una estela de fuego que surca el desierto. Nadie podrá verlo cuando llegue. La pantalla líquida se apaga. Los ojos visores se encienden como brasas. El Ébigor se pierde en su alocada carrera hacia la ciudad envuelta en humo y cenizas.
Los fulgores del ocaso envuelven a la ciudad caída. Pronto, un ocaso mucho mayor la envolverá por completo en fulgores estelares. Una tormenta de fuego purificador emergerá de entre sus ruinas para cubrir el planeta entero en cuestión de minutos.
Mientras tanto, otros Ébigor descansan en la soledad del desierto esperando su turno para despertar.
Aunque nadie recuerde que hace dos millones de años una raza inteligente debió abandonar esta Tierra y sembrar de bombas extintoras el desierto del plantea abandonado, aunque nadie comprenda que cada invasor contiene en su genética la historia milenaria de la raza exterminada, cuando en millones de años la evolución repita su ciclo cubriendo de vida por enésima vez a esta tierra, los Ébigors estarán ahí, durmiendo su sueño eterno, listos para hacer cumplir la profecía de la raza que los creo en tiempos inmemoriales: el tercer planeta jamás será conquistado.