Donde todo termina
Por
Rogelio Oscar Retuerto
Copyright © 2017 Rogelio Oscar
Retuerto
A Marcelo
y a todos los locos que nos devolvió
la guerra.
No sé para qué volví a las islas. Tal vez, para reencontrarme con el pibe
que deje acá hace treinta y cuatro años. Lo único que recuerdo fue levantarme
una mañana, agarrar la pistola y ponerle una bala en la recámara. Después no
recuerdo más nada. Sí recuerdo mi soledad, una sensación fría y amarga,
insoportable. Quizás todo comenzó cuando decidí presentarle batalla a la
soledad ¡Qué burla del destino! “La Soledad”. Esa fue siempre fría como una
roca. De la de al lado no pienso hablar. En esa murieron Tito y el gordo Roque.
“Malvina”. Es la más fría y funesta.
Acá perdí un ojo y una pierna. Quizás por
eso los kelpers dejaron que me quede, porque dicen que yo nací acá, que es
a dónde pertenezco, que en estas islas nací de nuevo hace treinta y cuatro años.
Creo que fui yo el que comenzó todo,
porque este lugar es tan chico que acá nadie pierde nada. Sin embargo tuve que
venir yo a perder a mis amigos. Después perdí un ojo y una pierna y con ellos
mi país perdió una guerra.
Cuando regresé a las islas me dieron una
casita y un gato negro. Lo de la casita lo entiendo, ¿pero el gato? Creo que me
lo dieron para ponerme a prueba, para ver si sigo perdiendo las cosas. Y no se
equivocaron, porque lo perdí. Hice un montón de avisos escritos con marcador en
hojas de carpeta y los pegué en todos los postes de la isla. Mi sorpresa
sobrevino al día siguiente, cuando agarré mis muletas y salí a dar una vuelta.
Los carteles estaban, pero habían perdido todas las letras. Fui a casa y busqué
el marcador, pensé que se podía haber borrado (aunque no había llovido); pero
no: era de tinta permanente. Al día siguiente salí y los carteles habían
desaparecido (aunque no había soplado el viento). No me hice problemas. El
problema llegó cuando desaparecieron los postes, y no porque me diera miedo el
suceso, sino porque toda la isla se quedó sin luz. Después desaparecieron las
veredas y eso no constituyó ningún problema: la gente comenzó a caminar por las
calles (acá nunca hay transito). Pero seguidamente desaparecieron las calles y
todo el mundo quedó encerrado en sus casas. Luego desaparecieron las casas con
todo el mundo adentro. Por último desapareció la isla y me quedé flotando en
este mar de recuerdos.
Podría haberme sentido culpable, pero no
lo hice. Después de todo, fueron ellos los que me dieron el gato.
Sé lo que sigue y no me da miedo. Quizás
podría nadar hasta la isla de al lado, esa en donde murieron Tito y el gordo
Roque. Pero ahí me viene el miedo de que todo comience de nuevo. Prefiero
permanecer acá, donde todo termina y quedarme flotando por el tiempo que esto
dure.
No hay comentarios:
Publicar un comentario