Yo
te debo mi existencia intermitente;
pues
me exhalas a la vida en cada pensamiento;
me
pares en suspiros de contornos correosos,
en
formas sustanciales que llenan el vació,
vacuidad
imposible del humedal de tu cuerpo.
No
me dejes reposar en mi lecho de barro
sobre
fibrosas almohadas de falanges dormidas.
¡Invócame!
Y
aquí estaré,
ectoplasma
presente de tus aciagos pensamientos.
Si
me invocas, resucito
en
tu universo de lóbulos temporales,
marañal
neuromante de infaustos recuerdos.
¡Elévame!
No
me entregues a la paz del olvido sombrío,
no
quiero la paz gélida de ningún cementerio.
Invócame
en tu mente cada vez que me pienses,
Vomítame
a la vida cada vez que respires,
en
sustanciales nubes de formas espectrales.
Ahora
descansa,
descansa
tu mente
en
la soledad de tus recuerdos;
descansa
tu carne exhausta de agotados pensamientos.
Ya
no pienses,
que
yo también descanso mi existencia ignominiosa.
Descansa,
como
yo descanso.
Cuando
te vayas una tarde
en
un ocaso sin sombras
¿Quién
invocará tu recuerdo?
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