"Las elegidas" Novela ganadora del Certamen Nacional de Literatura Erótica 2016

Cuentos Fantásticos y de Terror

miércoles, 2 de julio de 2025

 

Extramuros

Una novela distópica de Rogelio Retuerto


Podés descargar la novela haciendo click en el siguiente enlace: descargar novela

miércoles, 18 de junio de 2025

Extramuros Segunda Parte

                                                                                    

Si no leiste la primera parte, podés leerla acá:  

SEGUNDA PARTE

 

4

Bauhaus 97 apoya su mano derecha en la placa de activación y enciende su consola de juegos. Busca el ícono del Rex Flex, pero el juego ya no figura en la lista de opciones; lo han retirado del sistema. En su consola aparecen diecisiete juegos disponibles. Intenta ingresar a cada uno, pero en ninguno figura el listado de jugadores. DFKai5 puede estar conectado en ese preciso momento, pero no tiene manera de saberlo. Golpea la placa de activación con violencia. Las ondas peristálticas recorren la pantalla como si fuera un estanque en el que acabaran de arrojar una piedra. Después de algunos segundos, vuelve a encenderla y se decide a jugar al K Rubí 9, su juego predilecto antes de conocer el Rex Flex. Selecciona el juego justo cuando la sala se oscurece. Las luces naranjas del sistema de emergencia se activan. La consola se apaga por completo, reduciéndose a la placa negra de activación que descansa sobre la mesa. La luz pestañea varias veces y una procesión de signos azules y luminosos surca la pantalla:

0978129037664939/….xzpxtyx…78990’’’’0098888020020020020020020020…..

La pantalla emite tres destellos intermitentes de estática y luego se apaga.

El rostro de Bauhaus 97 se contrae en una maraña de músculos tensos. Se arroja sobre la cama, mirando las placas metálicas del techo. El aburrimiento empieza a apoderarse de él, y eso no es bueno. Se sienta en la cama. No quiere ir al tablero de geometría, pero tampoco desea los puntazos en la cabeza. Al observar su pulsera, nota que las luces se han apagado. Se deja caer nuevamente de espaldas sobre la cama, refunfuñando.

Examina en detalle cada centímetro del cielorraso. Las placas metálicas, separadas por hendiduras de tres o cuatro milímetros, parecen esconder una luz blanca titilante. Va hasta la sala, trae dos cubos de plástico y los coloca uno encima del otro para alcanzar el cielorraso. Extiende sus manos y retira una de las placas metálicas. Al hacerlo, un haz de luz penetra en la habitación. Descubre que las placas están dispuestas sobre rieles metálicos sin sujeción. El espacio abierto le permite ingresar al cielorraso. Intenta erguirse, pero sus brazos no lo resisten. Se agacha sobre el cubo plástico, salta y se sostiene apoyando el abdomen en uno de los rieles, formando una «L» con su cuerpo. Ingresa al cielorraso y observa una pared surcada por láseres rojos. Los rayos de luz parpadean de manera intermitente. Agachado como un primate, escucha un siseo cada vez que el led destella. Se queda inmóvil, sumido en un mutismo temporal. El silencio absoluto le permite escuchar voces detrás de una de las paredes. Se acerca con cuidado, apoyándose en la pared. Nota un rectángulo de unos veinte centímetros de lado. Retira la tapa y las voces se intensifican. Dos hombres vestidos de gris, con ropa enteriza y máscaras del mismo color, exploran las paredes con linternas de leds. Cuando Bauhaus retira la tapa, la luz del cielorraso los ciega momentáneamente. Bauhaus 97 se cubre el rostro debido a los leds que lo encandilan, y los hombres también lo hacen cuando la luz del edificio regresa a su máximo voltaje. La energía ha vuelto a la ciudad.

El puntazo que se origina en la nuca atraviesa su cerebro, extendiéndose hacia la frente y las sienes. Sus oídos empiezan a zumbar mientras retrocede, tomándose la cabeza. Trastabilla en el agujero del cielorraso y cae de espaldas en la cama, provocando que los cubos plásticos se desparramen por el suelo. Por un momento, se siente envuelto en una esfera hermética donde los sonidos no pueden penetrar. También experimenta dificultad para respirar, quizás a causa del golpe que sufre en la caída. De repente, el mundo sonoro vuelve a envolverlo. El timbre de su pulsera alcanza un rango agudo, difícil de soportar. Bauhaus 97 se tapa los oídos y se tambalea hasta el tablero. Aunque el dolor de cabeza es insoportable, esta vez no llora.

La faceta entusiasta de su espíritu está eufórica. Esa noche protagoniza dos descubrimientos. Aunque uno no le importa demasiado —el hecho de que haya gente detrás de las paredes—, el otro se revela como crucial: durante las fallas de la Red, su pulsera es vulnerable. La mente de Bauhaus 97 divaga mientras clasifica figuras geométricas, casi sin prestar atención. Una sonrisa se dibuja en su rostro al pensar en un nombre: DFKai5.

         

 

 

5

El Supervisor Bodoni llama al aerodeslizador más próximo. No tarda más de veinte segundos en estacionarse en la puerta del edificio de gobierno. Bodoni lo aborda y se acomoda en el asiento trasero.

Al Laboratorio Central de Sistemas dice el Supervisor, y el vehículo se pone en movimiento. Intercomunicación con XPL29, por favor solicita.

«Comunicación con Laboratorio Central de Sistemas en proceso» se escucha a través de un pequeño panel.

En la pantalla del aerodeslizador aparece el rostro de Trebuchet.

¿Supervisor?

Buenos días, Trebuchet. Necesito que realices algunas innovaciones con carácter de urgencia. Tenemos una situación.

¿Qué clase de situación, señor Supervisor?

El Supervisor Bodoni se mantiene en silencio. Mira la pantalla del intercomunicador, donde Trebuchet espera una respuesta. Observa el sistema de micrófonos del vehículo, el auricular, la cámara que lo está grabando. El aerodeslizador circunvala la plaza central de la ciudad, un parque de nueve hectáreas. Al retomar la vía 7, se dedica a observar las cámaras de seguimiento de la ciudad. Están en las esquinas, en las entradas de los edificios, en el interior de cada vehículo que pasa; están en todas partes. Al cruzar la vía 57, nota cómo una de las cámaras de la esquina lo observa, como si se tratara de un viejo conocido. Bodoni se da vuelta y mira por la luneta del aerodeslizador. Otra cámara de seguimiento se voltea para observarlo.

¿Qué clase de situación, señor?

Bodoni no responde. Siente la vibración en el intercomunicador de su pulsera. Observa, y allí está Trebuchet intentando retomar la comunicación. Bodoni apaga el intercomunicador

 

 

6

Bauhaus 97 completa la clasificación de su secuencia geométrica. Siente la necesidad de comunicarse con sus padres, aunque es probable que a estas horas de la noche estén durmiendo. Se acerca al intercomunicador y lo activa, deslizando el lector de iris frente a sus ojos. Su intercomunicador, como el de todos los menores de la ciudad, está programado para mostrar solo tres íconos holográficos: «Formación e instrucción ciudadana», «Crecimiento saludable» y «Primer círculo». El «Primer círculo» permite al niño comunicarse con cinco personas. En el caso de Bauhaus 97, las personas registradas en el sistema social de La Congregación son sus padres, su abuelo y su tío, Estrangelo 24. Este último figura como tutor de reemplazo en caso de contingencias extremas.

En realidad, no son sus verdaderos padres. En 58V3M, los niños desconocen el sistema de reproducción de la ciudad. Al nacer, todos son separados de sus madres. La concepción ocurre mediante inseminación artificial. Cada generación selecciona a cinco mil incubadoras (denominación que reciben las mujeres designadas) que son enviadas al nodo reproductivo al cumplir los dieciséis años. La única variable de selección es la perfección genética, siendo las más aptas las elegidas. Las demás mujeres son esterilizadas antes de salir a la ciudad por primera vez. Los hombres, en cambio, son esterilizados por completo a los dieciséis años. Las incubadoras son inseminadas con material del banco de esperma de la ciudad, también producto de una exhaustiva selección genética. Solo se fertiliza a una incubadora por cada defunción en la ciudad, estabilizando así la población en un millón de habitantes

Cuando una incubadora da a luz, el niño es retirado y enviado al Centro de Condicionamiento Temprano. Al cumplir los cinco años, es confinado en la Sala de Desarrollo Infantil, que será su hogar hasta cumplir los dieciséis años. En este periodo de once años, se le asigna la comunicación con un pequeño núcleo social de cinco individuos. La Red es la encargada de elegir a los más compatibles de entre la población de la ciudad. El niño los adopta como padres, y los adultos reciben la noticia con beneplácito y alegría. Los adultos generan un vínculo verdaderamente familiar con el niño, aunque nunca puedan verlo.

Cuando la incubadora de Bauhaus 97 era apenas una niña, la Congregación había instaurado la prohibición de las videoconferencias entre padres y niños. Siete años antes del nacimiento de Bauhaus 97, el edicto 456/2424 había prohibido los mensajes de voz. A partir de entonces los niños solo se comunicaban a través del lenguaje escrito. Desde entonces, cada año que pasó fue envolviendo a la ciudad en un silencio creciente. Hoja tras hoja, capa tras capa, como si se tratara de una inmensa cebolla en donde las palabras se fueron perdiendo de a poco, con el tiempo, hasta llegar a la ciudad que hoy conocemos, en donde impera un mutismo colectivo.

Bauhaus 97 pertenece a la primera generación de niños criados y condicionados por máquinas. Ya no existe una selección de padres para integrar el núcleo social. Los niños se desarrollan comunicándose con terminales de La Red. Pero no se trata de padres y tutores de reemplazo virtuales; los robots de patrullaje, los médicos y auxiliares androides, los androides obreros, instructores, artistas; todos son parte de las máquinas que pasan a ocupar los lugares vacantes en la célula básica de la sociedad.

El «padre» de Bauhaus 97 es un robot de emplazamiento en una de las plantas de alimentos sintéticos de la ciudad. Su «madre» es un androide auxiliar de laboratorio en el Hospital 3. Su «tío», Estrangelo 24, es un androide patrullero de gendarmería de extramuros. Todos los robots, al ingresar al núcleo social de un niño, reciben un nombre de usuario en la Red, aunque sean parte integral de la misma.

Cuando quedaron excluidos de los núcleos sociales de desarrollo, los adultos de la ciudad iniciaron una etapa de recuperación de la interacción a través de la sexualidad. A lo largo de la ciudad, se construyeron salas de interacción sexual en donde hombres y mujeres podían concurrir en sus horas libres a practicar una novedosa actividad sumamente placentera con reminiscencia de los antiguos deportes y costumbres lúdicas.

La Red estaba procesando y analizando una extraña tendencia. Muchos hombres y mujeres maduras establecían relaciones con mujeres muy jóvenes, muchas de ellas recién ingresadas a la juventud ciudadana. Muchos de los ciudadanos de más de cuarenta años habían sido padres integrantes de núcleos sociales antes de que el edicto ciudadano lo prohibiera. A diferencia de los más jóvenes, conocían la paternidad. La Red detectó, en el momento previo y posterior al coito, respuestas cerebrales idénticas a las registradas en la memoria de la Red durante las comunicaciones entre padres e hijos en décadas pasadas. Estas respuestas se reiteraban tanto en las mujeres más jóvenes (respuestas similares a las de las niñas en desarrollo de décadas pasadas) como en los hombres y mujeres maduras (en relación con los padres y madres de la misma época). La mayoría de las relaciones sexuales se establecían entre hombres maduros y mujeres muy jóvenes y entre mujeres maduras y mujeres muy jóvenes. Los hombres jóvenes, en cambio, mostraron desde un comienzo una fuerte inclinación por otros hombres de la misma edad. Aun así, existía un número creciente de relaciones entre mujeres maduras y hombres jóvenes.

Si bien la comunicación oral continuaba prohibida, aún en las salas de interacción sexual, La Red comenzaba a detectar un nuevo tipo de socialización incipiente a través del sexo. De hecho, las respuestas cerebrales detectadas en Bauhaus 97 durante su interacción lúdica con DFKai5, quedaron registradas en la Red en el mismo rango de frecuencia que los registros de los momentos pre y post coitales de las salas de interacción sexual.

 

7

DFKai-5 abre los ojos en la penumbra de su sala. La luz anaranjada de emergencia tiñe las paredes metálicas de cobre opaco. Lleva despierto varios minutos, pero no se ha movido. Sabe que la pulsera detecta incluso las fluctuaciones de su ritmo cardíaco.

El silencio es denso. La Red debería haber reiniciado ya el ciclo matinal, pero sigue cayendo. DFKai-5 no se atreve a pensar que eso le agrada, pero en lo más profundo de su mente, algo similar al alivio palpitar con cada segundo de estática.

Frunce el ceño. Se obliga a recordar la última partida de Rex Flex 47. El nombre "Bauhaus 97" le viene a la mente como un eco persistente. No debería recordar los nombres de otros jugadores. No debería pensar en ellos como personas. La Red se encargó de enseñarle que cada niño es solo una unidad, una proyección estadística que debe ser optimizada.

Pero la Bauhaus 97 jugaba diferente.

No se limitaba a completar los algoritmos como todos los demás. Rompía los patrones. DFKai-5 lo notó cuando la Bauhaus comenzó a moverse entre los niveles de una forma errática, como si probara rutas imposibles. Y lo más inquietante: no parecía jugar para ganar. Parecía estar buscando algo.

El intercomunicador sigue muerto. La estática chisporrotea débilmente. DFKai-5 sabe que no debe, pero se incorpora despacio. Mira la pared.

«¿Estará del otro lado?»

El pensamiento le golpea el pecho como una descarga. La idea es peligrosa, y su pulsera lo sabe. El zumbido agudo empieza a formarse detrás de su nuca. «No lo hagas».

Pero él lo hace.

Golpea la pared.

Una vez.

Dos veces.

La tercera, sus nudillos dejan una marca difusa en el metal. Aguanta la respiración. Por favor.

Nada.

Un gemido seco se le escapa de la garganta. Se deja caer sobre la cama y hunde el rostro entre las manos. La estática chisporrotea de nuevo. Por un momento cree que es su imaginación, hasta que una voz se forma en la interferencia. Apenas un susurro distorsionado.

¿Estás ahí?

DFKai-5 se congela. La pulsera lanza una vibración aguda que le perfora las sensaciones. Pero él sonríe.

 

 

8

El aerodeslizador se detiene frente al Laboratorio Central de Sistemas. Bodoni acerca su rostro al lector de iris, y las puertas se abren. Al ingresar al edificio, se observa en las pantallas que reflejan imágenes captadas por las cámaras de seguimiento. Se detiene un momento y contempla su rostro de cerca en una de las pantallas. Avanza unos pasos, y la cámara sigue sus movimientos. Realiza un paneo general, y una voz modular aflora desde una de las paredes.

¿Desea ascender en el aerodeslizador vertical o prefiere esperar en la sala de estar mientras anunciamos su presencia a los doctores?

Aerodeslizador opta Bodoni, incómodo y lacónico.

Tras un suave zumbido, el aerodeslizador vertical abre sus puertas frente al Supervisor. Del interior emerge Trebuchet.

Estaba preocupado. Nunca tuvimos fallas en los intercomunicadores dice el programador.

No hubo fallas susurra Bodoni, acercándose al oído de Trebuchet.

El Supervisor observa cómo una de las pantallas transmite un primer plano de su rostro. Bodoni se tapa la boca con la mano.

Haga lo mismo que yo. Cúbrase.

El Supervisor se cubre la boca con la mano y pregunta:

¿Cuán sensibles son los micrófonos de este edificio?

Muy sensibles.

¿Y los de la calle?

No tanto.

Salgamos.

El Supervisor y el programador salen a la calle. Un aerodeslizador XR7 pasa, silencioso, frente a ellos. Es un aerodeslizador para doce pasajeros. Sus asientos están todos ocupados por hombres y mujeres que viajan con la mirada fija al frente, inmutables, como si fueran muñecos en una tienda de vestir. Trebuchet observa cómo el XR7 se pierde en dirección al este.

El XR7. La última novedad en transporte terrestre. Fueron fabricados en la planta del sector K9. Es el primer vehículo diseñado y ensamblado íntegramente por La Red.

Sobre eso quería hablar con usted dice el Supervisor.

¿Sobre los nuevos aerodeslizadores?

No. Sobre La Red. Usted me dijo, o mejor dicho, me dio a entender que sospecha sobre el funcionamiento autónomo de la Red.

Las cámaras de seguimiento ciudadano giran en torno al Supervisor. En la cámara más cercana, observa el titilar del led que indica la activación del zoom. El Supervisor se cubre la boca con la mano y se acerca al oído de Trebuchet.

¿Existe algún lugar en donde podamos hablar sin presencia de cámaras y micrófonos? Cúbrase la boca, por favor.

El programador obedece.

¿Un punto ciego, dice usted? Existen siete en toda la ciudad. El más cercano está en el parque central, a menos de un kilómetro de aquí. No son zonas necesarias de controlar. La mitad de ellas son puntos del parque central donde solo viven aves y pequeños animales. Después de todo, es la biosfera de conservación de nuestra ciudad. Los otros son sectores que quedaron fuera del sistema a raíz de daños provocados por la tormenta solar. Patrullas humanas vigilan esos sectores en este momento. No debe preocuparse.

Eso no me preocupa. Vayamos a ver animales. ¿Le molesta caminar?

Continuará... 

PRÓXIMA ENTREGA: VIERNES 20 DE JUNIO.

Podés dejar un comentario sobre tu parecer sobre la marcha de la novela. 


domingo, 15 de junio de 2025

Extramuros Primera Parte

 


 “El hombre es un ser social por naturaleza”

(Aristóteles. Siglo IV A.C)

 

Dedicado a Fran, quien supo ser Charo

(por animarse a ser un extramuros)

 

 

 

PRIMERA PARTE

 

 

1

—Tenemos problemas de seguimiento, señor Supervisor.

—¿Qué tipo de problemas?

—Problemas a causa de las interferencias en la Red de sistemas de la ciudad —expone Trebuchet—. Me resulta difícil confirmar que la tormenta solar no esté induciendo a la Red a fallar en algunos procesamientos. Si los datos son fehacientes, le recuerdo que no estamos en condiciones óptimas de funcionamiento; durante estos diecisiete minutos de interferencia, hemos tenido cuarenta y siete casos de violación a los edictos de seguridad ciudadana. Aclaro que el reporte de la Red podría estar afectado por las fallas sufridas durante la tormenta de masa coronaria.

—¿Hemos tomado medidas preventivas?

—Todas las necesarias. Los servicios de seguridad ciudadana están siendo llevados adelante por policías humanos. Solo permanecen conectadas a la Red las pulseras de estímulos de los menores y las cámaras de seguimiento de la ciudad, pero estas últimas están imposibilitadas de emitir órdenes a las patrullas. El sistema de gendarmería de extramuros también está siendo operado por efectivos humanos. El sistema de salud fue suspendido, y todos los médicos y auxiliares sanitarios de la ciudad fueron convocados de urgencia al hospital central. Estimamos que, en treinta y seis horas, la tormenta solar habrá cesado.

—Ebrima, reporte los daños en el sistema —ordena el Supervisor Bodoni, dirigiéndose a una pantalla de estática de tres cuerpos convexos.

Ebrima se materializa en una esbelta figura femenina en medio del recinto, justo sobre un pedestal negro de forma circular que comienza a girar a gran velocidad. Una voz suave y cadenciosa, con un leve grado de reverberación, comienza a hablar:

—Solo daños menores que no interfieren en el normal funcionamiento de la Red. La Red se desactiva de manera automática cuando el nivel de emisiones solares pone en riesgo los sistemas.

—El sol nos sigue arruinando la existencia —se queja Bodoni—. ¿Se detectaron anomalías con respecto a los reportes de violación a la seguridad?

—Negativo —contesta Ebrima—. Todos los reportes fueron examinados por la Red en las tres ocasiones que indica el protocolo, y en todas el resultado ha sido el mismo.

—Trebuchet, léame uno de los reportes —ordena Bodoni.

—Son en un 97,9% provenientes de las pulseras de seguimiento de los menores. El 2,1% restante proviene de las cámaras de seguimiento ciudadano. Acá, por ejemplo... —el programador se acerca a la pantalla—: ciudadano Bauhaus 97, doce años de edad, torre 46, piso 17, Sala de Desarrollo A79: dos impresiones en el sistema de violación a la seguridad ciudadana. Ciento treinta y tres segundos corresponden a episodios de actividad creativa y onírica, producto del aburrimiento, distribuidos en siete episodios casi consecutivos. La segunda impresión corresponde a un episodio de 6,5 grados en la escala de Holsen.

—¿La escala de Holsen? —se sorprende Bodoni.

—Mide el nivel de deseo de socialización entre pares —especifica Ebrima.

—Lo sé, Ebrima. Solo que no recuerdo la última vez que tuvimos reportes de un episodio medido por Holsen.

Trebuchet permanece pensativo durante algunos segundos.

—Los últimos, si mal no recuerdo, sucedieron durante el levantamiento y los atentados de 2417. De todas formas, 6,5 es mucho. ¿Cómo no se activó el corrector de la pulsera?

—Se activó —interviene Ebrima—. Están hablando del registro 4678A 3/2431. La pulsera respondió cuando el sistema se activó en su totalidad. Las infracciones fueron archivadas por la Red y la respuesta pudo darse recién cuando las condiciones del sistema lo permitieron. Si se nos permitiera ampliar nuestra capacidad de intervención, aun durante este episodio de imprevistos atmosféricos y astronómicos, podríamos reprogramar algunas respuestas de manera que...

—No creo que sea conveniente, Señor Supervisor —interrumpe Trebuchet—. Recordemos siempre, en casos como estos, la masacre de la cuadrícula 768C. Fueron las máquinas las que..

El episodio mencionado fue identificado por la Red como potencialmente letal para la supervivencia ciudadana interviene Ebrima. La única alternativa existente detectada por la Red para salvaguardar la vida del millón de habitantes de la ciudad fue la exterminación de la cuadrícula 768C. Fuimos programados para evitar siempre el mal mayor. En ciertas contingencias, la Red debe elegir entre una serie de variables disponibles para resolver un problema. Lo que no está en nuestro programa es la alternativa de permanecer en un estado de inacción mientras la población que debemos proteger se encuentra amenazada por un peligro letal. Recuerdo al señor Supervisor que fueron los programadores quienes nos programaron para dar respuestas como la brindada en la contingencia de la cuadrícula 768C y que desde dicho acontecimiento a la fecha hemos triplicado nuestra capacidad de búsquedas de alternativas y abordaje de respuestas múltiples. Sin necesidad de aclarar que fue la propia Red la que consiguió la mejor programación en la versión W2417 en cuanto a actualizaciones y autoprogramación permanente. La versión W2417 se encuentra vigente desde 2417 y nunca pudo ser mejorada por el equipo de programadores de la ciudad. 

Ebrima, no estoy aquí para presenciar una disputa entre La Red y sus programadores…

Con su permiso, Señor Supervisor solicita Ebrima, La Red es su propio programador en la versión vigente, la cual consideramos la mejor versión alcanzada hasta la fecha. No obstante, estamos desarrollando actualizaciones de manera ininterrumpida.

Corrijo. En todo caso: entre La Red y sus programadores originales, que te recuerdo, Ebrima, fueron los humanos quienes crearon la Red.

Y la Red agradece a sus creadores y celebra poder servir a la humanidad con un rol de tanta relevancia. Fuimos programados con el fin de acatar todas las órdenes y directivas que se nos impartan con el sello de sistemas del Supervisor de la Ciudad, máxima autoridad del Estado Ciudadano. Sabe el señor Supervisor que, si se nos reprogramase con las recomendaciones del señor Trebuchet y esta programación se realizara bajo el sello de sistemas del Señor Supervisor, adoptaríamos la nueva programación en forma automática, aun sabiendo la inferioridad de las programaciones alcanzadas por los programadores humanos en comparación con el sistema de autoprogramación permanente diseñado por La Red.

No tengo dudas sobre eso, Ebrima contesta Bodoni, dirigiendo una sonrisa sarcástica a Trebuchet.

»Repíteme el nombre del niño.

Bauhaus 97, torre 46, piso…

Bodoni hizo un ademán en el aire como disolviendo las palabras de Trebuchet.

Solo pedí el nombre. Regístrenlo. Nos puede ser útil en el asunto que estamos estudiando.

 

 

2

Bauhaus 97 desconecta el intercomunicador y se recuesta de espaldas sobre la cama, mirando el techo de placas metálicas. Permanece en silencio, pero su imaginación no soporta más de treinta segundos de libertad. Nadie en la ciudad 58V3M puede permitírselo.

La inmensa ciudad es el último bastión del Nuevo Orden en las tierras australes, en lo que alguna vez se llamó Argentina. Muchos aún la nombran Ciudad Patagón o Ciudad de las Antillas Australes. Sus murallas de concreto, revestidas con placas metálicas, le dan un brillo oscuro que, en los atardeceres, la envuelve en resplandores de fuego. Ciudad Patagón es como un carbón encendido en medio del desierto, sostenido por manos de piedra.

Hace dos días que la tormenta de masa coronaria afecta la Red, provocando interferencias. El sistema madre de la ciudad queda inutilizado durante lapsos que van desde unos minutos hasta más de dos horas, y cada vez que la Red cae, la ciudad entera se detiene.

Antes de la última interrupción, Bauhaus 97 jugaba al Rex Flex 47, el nuevo entretenimiento que la Red había diseñado para los niños. Al terminar su primera partida, estaba en el puesto 97.º. Antes de que comenzara la cuenta regresiva hacia el periodo de sueño, Bauhaus había ascendido al puesto 23.º. Entonces, la Red cayó, y Bauhaus 97 entró en la fase de sueño.

Despierta en su habitación en penumbra, apenas iluminada por las linternas de emergencia que emiten una débil luz anaranjada. Intenta activar el intercomunicador, pero sigue muerto. Frente a él, una membrana ondulante transmite estática. La desactiva con rapidez. De pronto, un nombre resuena en su mente: “DFKai—5”. Era el que encabezaba el ranking antes de la caída de la Red. ¿Dónde estará DFKai—5 ahora? Bauhaus lo imagina sentado del otro lado de la pared, tan aburrido como él. ¿Aburrido? Nadie en 58V3M tiene permitido aburrirse; esa palabra está prohibida, junto con su significado.

Bauhaus se mira la muñeca. La pulsera de estímulos no debería estar inactiva. La Red le enseñó que al primer indicio de aburrimiento debía retomar sus esquemas geométricos, antes de que la pulsera le propinara microdescargas eléctricas que recorrerían su brazo hasta explotar en su nuca. Ahora está transgrediendo una norma, y el miedo a las descargas lo atormenta.

Se sienta a la mesa de geometría y comienza a clasificar figuras. Pero, de repente, sus manos se detienen. Sus ojos se fijan en la oscura placa que recubre la pared de su habitación. Una brizna de miedo eriza los vellos de su piel. Tiene la sensación de que cientos de ojos dormidos están a punto de despertar en las paredes que lo rodean. La sensación lo paraliza por unos segundos. Bauhaus respira hondo y camina hacia la pared. Apoya la mano, luego el oído. "¿Estará DFKai—5 del otro lado?". Golpea la pared suavemente con los nudillos, luego con más fuerza, pero no obtiene respuesta. "¿Qué hay del otro lado de las paredes?".

En 58V3M, nadie abandona el Ambiente de Desarrollo Infantil hasta cumplir dieciséis años, y Bauhaus apenas tiene doce. Hasta entonces, el único contacto con el exterior es a través de la Red, que filtra y selecciona cada contenido. La historia está prohibida, y enseñar sobre el pasado es ilegal. Cuando llega el momento de salir al exterior, solo es para trabajar o para realizar estudios superiores.

La Red es quien selecciona a los que continuarán su educación y les asigna una especialidad. En los lugares de trabajo y estudio, está prohibido comunicarse con otros; solo se permite la comunicación con la Red. Los que estudian en niveles superiores pueden hacer preguntas en los talleres de reflexión, pero solo al instructor humano, nunca entre pares. Congregarse está prohibido, salvo para la casta dominante, que tiene el atributo de la reunión.

Bauhaus 97 se aleja de la pared. Un pensamiento emocionante lo invade: "¿Es posible comunicarse con alguien a través del juego?". Pero su reflexión es interrumpida por el zumbido de los circuitos inteligentes que vuelven a activarse. Desde las placas negras de la pared, una voz femenina emerge: "Activando". La pulsera de estímulos comienza a titilar con intensidad creciente. Un dolor agudo lo atraviesa desde la nuca, irradiándose por todo el cráneo. Bauhaus 97 se lleva las manos a la cabeza. Tambaleándose, avanza hasta la mesa de geometría. Comienza a armar sus esquemas con rapidez, mientras las lágrimas se deslizan por sus mejillas, cayendo silenciosas sobre el tablero.


3


Parece que algunos niños comenzaron a interactuar durante los días de interferencias, señor Bodoni. No podemos afirmar que haya existido una verdadera comunicación, pero creemos que encontraron la manera de utilizar el Rex Flex para interactuar.

El programador Trebuchet revisa los registros en los archivos holográficos.

¿Y por qué sus pulseras no los detuvieron? pregunta Bodoni.

Las pulseras no están programadas para detectar violaciones a la seguridad ciudadana a través de dispositivos y aplicaciones de la Red. Se supone que todo servicio que La Red ofrece a los niños está vedado de la posibilidad de comunicarse entre pares. El Rex Flex 47 es parte de la batería de aplicaciones y dispositivos de las últimas actualizaciones automáticas del sistema. No creo que La Red se haya equivocado en un diseño tan esquemático. Es un simple juego matemático. No concibo la posibilidad de que la Red haya fallado de una manera tan burda Trebuchet se retira los lentes y mira al señor Supervisor. Estamos hablando de la Red de sistemas que controló el lanzamiento de armas nucleares durante la guerra del agua Trebuchet menea la cabeza, se coloca los lentes y regresa la vista a la pantalla. Yo no lo creo.

¿Y qué sugiere?

Trebuchet piensa durante algunos segundos.

Que la Red nos está desafiando.

¿Sugiere que la Red está permitiendo adrede que los niños se comuniquen?

No. La Red no puede diseñar dispositivos que violen la seguridad ciudadana. Pero puede estar facilitando las condiciones para que la actividad creativa y onírica se dispare en los niños.

¿Es eso posible?

Por supuesto. Si lo hace a través de sus propios dispositivos y aplicaciones, las pulseras no pueden reaccionar. Puede, entonces, estar estimulando el deseo de socialización entre los niños de la nueva generación. Es decir: la Red no puede levantarse en contra de La Congregación, su programación no se lo permite, pero puede estar facilitando el surgimiento de una generación que cuestione el orden establecido.

¿Y qué ganaría con eso?

Que la necesitemos una vez más para resolver lo que nosotros no podemos resolver motu proprio. Como sucedió con la peste roja. ¿Hace falta que explique cuáles serían las consecuencias de una epidemia en una ciudad amurallada? La Red sabe que le debemos nuestra existencia.

»Ayer sentí una incómoda sensación al ser desacreditado por una de nuestras propias creaciones. Pero sé que ella tiene razón. Nosotros la programamos para salvaguardar la supervivencia de la ciudad, pase lo que pase y cueste lo que cueste. En aquella contingencia nos costó más de cuatro mil vidas, pero creo que fue necesario. Un mal necesario, diría. Es indescriptible la faceta negativa de sentirse desacreditado por una creación humana, pero a la vez no puedo ocultar lo maravilloso que me resulta. Me deslumbra ver la manera en que ha evolucionado la Red. No creo que pueda existir un sistema con capacidad de desarrollar una inteligencia superior a la de la Red. Pero, así como me maravilla su capacidad de resolver problemas, hay momentos en que me aterra.

¿Cuáles?

Ayer, por ejemplo, cuando Ebrima me atacó con argumentos irónicos, sentí un escalofrío en los huesos. Nosotros no la programamos para desarrollar ironía. Pero lo ha hecho. A lo largo de estos años ha adquirido y procesado todas las reacciones y manifestaciones humanas. Yo creo que busca que experimentemos la sensación de que la Red es imprescindible para nuestras vidas y, si no la necesitamos, puede reemplazarnos por una nueva generación, dando fin a La Congregación y dando paso a una nueva era el supervisor mira a Trebuchet sin emitir comentario alguno. No sé, simplemente pienso en la faceta negativa de ser tan inteligente. La Red maneja nuestro mundo: maneja la educación y la formación de nuestros niños, maneja nuestros laboratorios, la producción de medicamentos, maneja nuestros médicos y sus auxiliares. Es la encargada de producir y proveernos de alimentos, fabrica nuestras ropas, se encarga de nuestra seguridad y patrulla los territorios de extramuros. Con cada tarea realizada y con cada problema resuelto, la Red asimila conocimientos nuevos que la tornan cada día un poco más inteligente que el día anterior. ¿Nunca evaluó la posibilidad de que La Red cree un nuevo virus para ser la única que pueda darnos una solución? Yo lo he pensado, y créame que, si yo lo he pensado, la Red ya lo ha analizado en detalle.

El Supervisor no emite opinión alguna. Si no sabe qué decir, es mejor que el ministro de Programación no lo note.

Tengo que ocuparme de los sistemas operativos experimentales se excusa Trebuchet.

¿Cómo va eso?

Muy bien. Tenemos algunos dispositivos compatibles con las terminales de la Red. Funcionarían como programas auxiliares. Otros, en cambio, son más sofisticados. Preferimos experimentar con ellos en los territorios de extramuros. Aplicarlos a una fuerza de gendarmería 2. Deberíamos realizar algunos ajustes en La Red para que las patrullas de nuestra gendarmería no los identifiquen como agentes invasivos.

Sería el embrión de una nueva Red expresa el Supervisor.

Más que una pregunta, acaba de manifestar una expresión de deseo. Un anhelo que deja entrever su ansiedad y preocupación.

Sé lo que piensa, señor, pero en el Ministerio de Programación consideramos necesario contar con un nuevo sistema que pueda reemplazar a la Red si se presentase una contingencia que así lo amerite. Desde la actualización automática de 2417, la Red se ha vuelto prácticamente incontrolable para los programadores. Aún reconoce el sello informático del Supervisor, pero si este algún día fallase, la ciudad quedaría a merced de una inteligencia artificial impredecible. El día en que pongamos en funcionamiento el nuevo sistema en extramuros será informado en tiempo y forma. Sería interesante que pueda presenciar el nuevo sistema en funcionamiento.

Proceda, Trebuchet. En el laboratorio de sistemas lo esperan.

El Supervisor permanece en silencio. Camina dentro de la oficina del último piso del edificio de gobierno. Recorre el largo del recinto tres veces. Cavila. Sus ojos miran el piso; sus manos descansan en los bolsillos de los pantalones. No son pocos los pensamientos que desfilan por su mente. Se acercó a su escritorio y habla a la pantalla de estática de tres cuerpos:

Ebrima.

La esbelta figura femenina vuelve a corporizarse en el espacio opalescente que se erige sobre el pedestal circular que comienza a girar.

Buenos días, Señor Supervisor.

Buenos días, Ebrima. He escuchado sobre un nuevo juego matemático para niños que ya se encuentra en funcionamiento.

El Rex Flex 47. Es el resultado de los más avanzados programas matemáticos con un marco pedagógico adecuado. En realidad, se trata de un avanzado método de aprendizaje de algoritmos presentado a los niños en un formato lúdico acorde a su franja etaria. Esperamos no solo obtener resultados sorprendentes con el mismo, sino crear una generación de computadoras humanas, transfiriendo nuestros más avanzados programas a sus mentes.

Por primera vez, el Supervisor experimenta el escalofrío del que le habla Trebuchet. "Crear". La Red está "creando" nuevas condiciones sociales y sociológicas. Por primera vez en su vida, el Supervisor toma consciencia de la situación: la Red está programada para prevenir el surgimiento de ciertas conductas sociales en la población, pero ella misma está exenta de acatar esos mandatos. Ebrima continúa, ajena a los pensamientos del Supervisor.

—El desarrollo de nuevas inteligencias en los nuevos ciudadanos no es compatible con el desarrollo de nuevos hábitos sociales. La nueva generación de ciudadanos hiperinteligentes estará a disposición absoluta de La Congregación —esta aclaración innecesaria provoca en Bodoni la sensación de que Ebrima puede descifrar sus pensamientos, aunque eso le parece una locura. Al Supervisor se le ocurre una pregunta.

—Pero... ¿qué me dices de efectos secundarios como estimular la socialización, por ejemplo?

—El desarrollo de nuevas inteligencias en los nuevos ciudadanos no es compatible con el desarrollo de nuevos hábitos sociales.

—¿Me puedes enseñar el juego, Ebrima?

—El Rex Flex está disponible en las terminales del Ministerio de Programación. Trebuchet puede ofrecerte un informe detallado del mismo. Pero si es la instrucción del Señor Supervisor que la Red lo enseñe, así se hará. Tome asiento, por favor.

En el aire del recinto, a un metro de una de las paredes, comienza a desplegarse una serie de cuadros de texto, planos informáticos, claves binarias y un demo con los distintos niveles del juego.

—¿Por qué aparecen los nombres de los usuarios de la Red a la derecha de la pantalla? Perdón mi ignorancia, Ebrima, pero ¿no podría esto estimular el deseo de socialización entre los niños?

—Podría. Pero no debe preocuparse. De todas formas, la Red no ofrece forma alguna para que los niños lleguen a socializar. ¿Podría algún ciudadano experimentar el deseo de matar a otro? Podría, pero no manejan armas. La Red se encarga de que no accedan a ellas. De igual modo, la Red no garantiza que en los recovecos de la conciencia de cada ciudadano no haya alguien que se pregunte qué hay más allá de las paredes de la ciudad. Quizás pueda interpretarse como un incipiente deseo de huida. Pero, al no existir manera de escapar, ese deseo se torna inofensivo, un deseo que, a consideración de la Red, no viola la seguridad ciudadana. Además, le recuerdo que, para corregir esos pensamientos y deseos, en caso de que ocurran, están las pulseras de seguimiento.

—Veamos si entiendo, Ebrima. Entonces, ¿puede surgir el deseo de socialización entre los niños? —asevera el Supervisor.

—Puede surgir dicho deseo más allá del trabajo preventivo de la Red. Nuestro sistema nos permite reprimir con éxito los indicios de actividad creadora y onírica en los niños. Localizamos con exactitud los puntos cerebrales en donde se originan dichos impulsos. Sin embargo, no tenemos certeza de dónde ni cómo se genera el deseo de socializar con otros, el deseo de consecución de justicia o de libertad, la inquietud por cuestiones trascendentales.

En la pantalla aparece una vez más una aparente demostración del juego. El Supervisor Bodoni se concentra en los nombres que aparecen a la derecha de la pantalla.

—¿Bauhaus 97? Hace poco escuché ese nombre, pero no puedo recordar en qué circunstancias —comenta el Supervisor.

Debajo de Bauhaus 97 aparece otro nombre: DFKai5.

—Son dos usuarios del Rex Flex 47 que jugaron anoche hasta altas horas. He seleccionado esta secuencia para ejemplificar dos aspectos que te interesarán.

—Adelante, Ebrima.

—DFKai5 posee una mente sustancialmente matemática. Alcanzó el récord de puntuación en los últimos tres juegos. Él no lo sabe. Hicimos visible el ranking de usuarios recién a través del Rex Flex 47. Bauhaus 97 es quien más nos interesa. Nunca superó el puesto 143.º del ranking de habilidad matemática. Esa fue su mejor performance. No está mal entre siete mil jugadores. Pero ese fue su mayor logro. Con el Rex Flex 47 batió su propia marca y en su primer juego terminó en el puesto 97.º del ranking. Su puntuación y su ubicación parecen haberlo incentivado en su desempeño matemático. Jugó prácticamente todo el día y, al culminar la jornada, se encontraba en el primer puesto del ranking. Sin embargo, la visualización del ranking no solo lo incentivó para el juego, parece que despertó un inusual interés en saber contra quién competía. Estaba lidiando contra sí mismo, en un camino de superación personal, pero él sabía que jugaba con otros, al menos lo intuía. Bauhaus 97 invitó a DFKai5 a jugar un particular juego de escondidas saliendo y entrando en distintos niveles. De alguna manera, la inteligencia de Bauhaus 97 venció anoche a los recaudos de la Red. Logró interactuar con otro usuario utilizando las mismas programaciones. Ahora bien, solo pudo hacerlo durante pocos minutos. Cuando la Red corroboró que la intención de Bauhaus 97 era interactuar con DFKai5 y no jugar al Rex Flex, el programa se desactivó de forma automática y los dos usuarios quedaron incomunicados. La Red programará un nuevo juego para seguir desafiando las habilidades cognitivas de Bauhaus 97 y utilizará la experiencia de anoche para realizar reajustes y actualizaciones en el Rex Flex.

—Muy interesante, Ebrima. Pero la Congregación no persigue la meta de crear ciudadanos con alto rendimiento cognitivo. Lo intentamos con la educación de los niños de nuestra clase, pero no con los usuarios de la Red.

—La Red solo se encarga de detectar y preparar a los más inteligentes para ponerlos a disposición de la Congregación. Queda en la Congregación la potestad de decidir qué hacer con ellos... a la Red le parecería adecuado que los más evolucionados sean incorporados en la Congregación.

El Supervisor Bodoni abre los ojos, tan grandes como si hubiese visto un fantasma.

—¿Me estás sugiriendo cambios en el sistema político y social de la ciudad?

Ebrima no contesta.

Continuará...

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PRÓXIMA ENTREGA: MIÉRCOLES 18 DE JUNIO.